El psicoanálisis desde Freud se ha preocupado de elaborar un saber sobre el amor y el deseo. Este hecho no debe sorprendernos ya que desde el comienzo de la experiencia analítica está el amor de transferencia. El amor en psicoanálisis es el amor de transferencia, de esto voy a hablar.
En sus "Contribuciones a la vida amorosa" nos dice Freud que la elección de los objetos de amor que un sujeto realiza a lo largo de su vida viene siempre marcada por un objeto de amor primero y fundamental: la madre. Así, cada elección de objeto va a ser un intento de realizar aquellas aspiraciones infantiles inconscientes a las que el niño quedó fijado, que surgieron en relación a la madre como primer objeto de amor y que quedaron reprimidas por la barrera del incesto. La consecuencia es que el objeto o los objetos amorosos que un sujeto elija a lo largo de su vida van a ser siempre sustitutos de aquel objeto primordial.
Nos descubre Freud que siempre hay un elemento de repetición inconsciente en los objetos de amor que elegimos. Hay algo en la naturaleza misma de la pulsión sexual, desfavorable a su satisfacción plena. Ya que al haberse perdido el objeto originario por obra de la represión con ningún otro objeto se va a alcanzar una total satisfacción. El mensaje que nos deja Freud acerca del amor no es halagador para el ser humano puesto que llega a la conclusión de que existe un desarreglo esencial en la sexualidad humana.
Esto que dice Freud, Lacan lo va a resumir en la fórmula: "No hay relación sexual". No hay relación sexual no quiere decir que no haya relaciones sexuales. No hay relación sexual quiere decir que no hay armonía entre los sexos, que nunca va a haber un encuentro pleno, un goce absoluto. Para Freud la causa de este desencuentro está en la imposibilidad de alcanzar el objeto , ya que éste se perdió para siempre. Lacan en cambio va a decir que el objeto nunca estuvo, nunca existió. Que es por el mismo hecho de hablar, por los efectos que el lenguaje tiene sobre el ser que habla, que no hay relación sexual. Pero es esta misma falta de adecuación entre el sujeto y su objeto, esta falta de relación sexual la que va a posibilitar que surja el amor.
No ocurre lo mismo en los animales en los que basta que reconozcan a otro de la misma especie para que se ponga en marcha el instinto sin intermediación de lo simbólico. Así pues, El amor sólo es posible en el ser hablante. Pertenece al campo del lenguaje. Lacan acude a la antigua Grecia y toma "El banquete" de Platón para situar el amor de transferencia, lo que ocurre en la relación analítica entre analista y analizante. "El banquete" se refiere al amor, trata de la reunión de varios personajes, con motivo de la celebración de una comida, y en la que se pide a cada uno de los comensales que haga un elogio sobre el amor. El amor griego era el amor a los jóvenes bellos, el amor homosexual, donde cada uno de los miembros de la pareja era nombrado de forma diferente indicando su posición en la pareja. Erómenos: es la palabra que designaba al joven amado, era el más joven de los dos que había consumado su desarrollo pero que aún era imberbe. Era el objeto de amor. Erastés: designaba al mayor de los integrantes de la pareja, era el amante, aquel que careciendo de algo puede desear. Lacan lo dice de una manera muy precisa: el Erastés es el que no tiene; el sujeto que puede desear porque no tiene. Al contrario, el erómenos, el objeto amado, es el que tiene. Y el erastés desea lo que el otro tiene.
Lacan trabaja con la fórmula: amor es dar lo que no se tiene, definición del amor que encuentra su razón de ser en el propio texto de "El Banquete", en el discurso de Diótima cuando ésta explica el mito del nacimiento de Eros: Eros, el Amor, es hijo de Poros, Dios de la abundancia, y de Penia, la Pobreza. Penia se caracteriza por la aporía, que quiere decir falta de recursos (que en filosofía designa un callejón sin salida). Penia se hace embarazar por Poros en unas circunstancias bastante especiales: Poros asistía a las fiestas celebradas en honor al nacimiento de Afrodita, Penia que no había sido admitida se queda fuera vigilando. Poros, borracho, se duerme, lo que aprovecha Penia para hacerse embarazar. Y es así como nace Amor, que siempre tendrá algo de bello por la coincidencia de su concepción con el nacimiento de Afrodita. Aporía que Lacan nombra en lugar de Penia, es porque no tiene nada, o lo que es lo mismo, es a partir de su falta desde donde se pone en movimiento. El amor implica acción. Al amante le falta algo que irá a buscar en el amado.
Lacan toma cada uno de los discursos de los asistentes al banquete como si se tratara "de una serie de sesiones psicoanalíticas". Se va a servir de la oposición entre: erastés, el amante, y erómenos, el amado, para interrogar el amor de transferencia, lo que ocurre en el par analista-analizante. ¿Cómo surge el amor entre el erastés y el erómenos, cómo articular lo que le falta al amante con lo que tiene el amado? Ya que, como he señalado al principio, no hay coincidencia entre lo que a uno le falta y lo que el otro posee, y es esta no-coincidencia la que posibilita el amor.
Lacan dice que el amor es una metáfora, es decir la sustitución de un significante por otro que produce una significación nueva, el Amor. La función del amante (erastés) sustituye a la función del amado (erómenos) y surge el amor como significación nueva. Lacan ejemplifica la metáfora del amor con una bella imagen: "Es ese deseo por el objeto amado que yo lo compararía con la mano que se extiende para atizar el leño y que en el momento de alcanzarlo se inflama, y en la llama aparece otra mano que se tiende al encuentro de la primera ¡lo que se produce entonces es el amor!". Vemos que no se trata de simetría, de ninguna similitud en manos opuestas, el movimiento de una no es réplica de la otra. Es un movimiento de báscula, de erómenos a erastés. El erómenos que aparecía completo surge a su vez como deseante.
Lacan se va a detener sobre todo en el dialogo entre Alcibíades y Sócrates para situar la posición del analista en la relación transferencial. Alcibíades dirige a Sócrates su demanda de amor. Es el erastés, desea el agalma, objeto precioso que cree en posesión de Sócrates. Pero Sócrates no se reconoce cómo erómenos de Alcibíades, dice no tener nada deseable, nada digno de ser amado. Sabe que eso tan valioso que en él ve Alcibíades en realidad es nada. Y así, no respondiendo a la demanda de amor de Alcibíades, negándose a ser su erómenos, impide que se realice la metáfora del amor. Al mismo tiempo, en el momento en que reconoce no tener nada, nada digno de ser amado, Sócrates surge como deseante, como erastés, y es este lugar de falta, lugar de deseo, lo que le permite interpretar a Alcibíades, diciéndole: Todo ese amor que tu diriges hacia mi en realidad es a Agatón a quien se refiere (Agatón es otro de los asistentes al banquete). Alcibíades y Sócrates muestran la articulación central de la transferencia: la dimensión de un amor que apunta a un saber. Un amor que se dirige al saber en la medida que está en el inconsciente y en tanto es supuesto.
Aparece un saber nuevo, saber inconsciente que Alcibíades portaba sin saberlo. Esta posición de Sócrates como lugar de falta que permite una interpretación, es la que Lacan señala como posición del analista. En el amor de transferencia el analista no se confunde, sabe que el amor del analizante no es a su persona, es un amor al saber del inconsciente, saber que sólo va a surgir a partir del deseo del analista. En este punto podríamos decir que en el amor de transferencia el analista da lo que tiene: su deseo. Los psicoanalistas nos interesamos en el amor porque, como he tratado de transmitir en este trabajo, está presente en la relación transferencial. Le damos valor por su función de moderar el goce, que es con lo que los analistas nos enfrentamos diariamente.
Es porque el amor nos conduce al deseo; sin el amor la pulsión no cede. No quiere decir que desaparezca, pero el amor nos permite no estar siempre en lo mismo, nos permite pasar a otra cosa.
Fuente:
Belzunegui, Rosa, "Revista LetraHora".
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